Hoy les he preguntado a los niños qué es la tradición. Me han respondido sin dudar: "Es lo que hacen las familias".
Antaño en las familias se contaban cuentos de tradición oral. Pero esta tradición, de donde suelo extraer mi repertorio, adolece de una gran desigualdad de género. Ni corta ni perezosa elijo los cuentos más machistas, saco la tijera, y delante de los niños corto y pego, haciendo las correcciones necesarias, que voy a llamar "actualizaciones" de la tradición.
Ilustración Ana G. Lartitegui
Ojo! Antes de seguir debo aclarar: El cuento de hadas no es machista, como tampoco es monárquico. Es un cuento simbólico, en el que los personajes masculinos y femeninos representan distintas funciones de nuestra sique. Son cuentos de origen misterioso, cargados de un conocimiento que solo un experto puede descifrar, y no seré yo quien se atreva a modificarlos. Incluso pequeños detalles en estos cuentos son imprescindibles. También quiero matizar, que no es lo mismo un cuento de hadas, que una película de Disney. Lo segundo es un sucedáneo de lo primero.
Una vez salvaguardado el cuento de hadas, tenemos un gran numero de cuentos que condenan a la mujer al ostracismo y la resignación. Esos son los que hay que actualizar, veamos un ejemplo:
"Yo dos y tu uno." (Versión libre).
Cuento de la tradición oral española,
recopilado por Antonio R. Almodóvar.
Es una "cuestión de huevos", tanto en el sentido literal como en el figurado. Quiero decir que, comerse dos huevos en este cuento es una expresión de muchas cosas. Es tomar las decisiones en la casa, o tener derecho a mandar callar, y a que no se le lleve la contraria. El de sentarse por defecto en el asiento del conductor, o ser el primer servido en la mesa. Todo eso es comerse dos huevos. Comerse dos huevos es estar en posición de dominio, y para que haya un dominio tiene que haber un dominado que está perdiendo su energía, sus capacidades, sus oportunidades de desarrollo, su autoestima, y finalmente su salud, física o mental.
Muchos son los varones que tienen verdaderas dificultades para renunciar a este puesto dominante. Seguro que no es fácil, sobre todo después de toda una vida y con toda una carga de herencia genética y mental. Pero no hay otra. Ha llegado el momento de buscar un equilibrio, una relación de pareja en la que no haya dominación. No se trata de que manden las mujeres, sino de estar cada uno al mando de sí mismo, cada uno en su trono, y negociar las cuestiones comunes con igualdad de derechos y obligaciones.Me estoy refiriendo al hombre dominante, que es lo mas frecuente, pero no dejo de referirme también a la mujer dominante, que abunda también, y no poco.
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