jueves, 11 de febrero de 2016

Psicocuento




Pues verás, esta es la historia de una joven mujer que estaba encerrada en una fortaleza. Llevaba años ahí metida, y había hecho múltiples intentos por salir, pero todos sus esfuerzos resultaban en vano.

Según parece, había unos guardianes a las puertas del castillo, que estaban encargados de impedir que ella lo abandonase. Intentó engañarles por diversos procedimientos, les administró adormideras, se disfrazó, se hizo pasar incluso por guardiana, se fingió enferma, se hizo la muerta...era una muy diligente, y no desfallecía en su empeño. Pero sus estratagemas no funcionaban. Llegó a pensar que se trataba de un sueño, y esperó a despertarse. Estuvo esperando mucho tiempo, pero tampoco aquella parecía ser la solución. 

Por las noches, solía contemplar la luz de la luna que entraba por la ventana de su estancia, y el brillo de las estrellas. En su imaginación, tejía mapas con las estelas de aquellas luces. Parecía como si, desde las estrellas, seres de otras galaxias le enviaran mensajes en clave, que ella podía descifrar, y que iban encaminados a liberarla de aquella prisión.

Los muros no existen. Ese era el mensaje que siempre recibía, pero no sabía como interpretarlo en la realidad. Sabía que esos muros que la encerraban eran producto de una creencia que había elaborado su mente cuando era muy pequeña. Era la creencia de que nadie le quería. Los sillares con los que se había construido ese edificio eran el desamor, el abandono, la indiferencia, la frustración, la rivalidad, el miedo, la violencia, la tristeza y la traición. Si el mundo, más allá de aquellos muros, estaba dominado por todas esas emociones, ¿quién iba a ser capaz de cruzar esas puertas?

Entonces cayó en la cuenta: Era ella quien había levantado esa fortaleza, y programado esos guardianes. Pero ahora no encontraba la clave para deshacer su propio hechizo.
Decidió regresar al punto de su vida donde se habían establecido esas creencias. Para eso tuvo que descender por una escalera que bajaba a los sótanos del castillo. No sin cierta aprensión, descubrió un mundo subterráneo, oscuro y falto de oxígeno, habitado por seres tenebrosos. Aquello estaba lleno de pasadizos. Al pasar por uno de ellos se encontró a sí misma, cuando tenía cuatro años.

-Perdona, no sabía que estabas aquí. Tienes frío…ven, deja que te caliente un poco.

Empezó a conversar con aquella niña que había sido, y que aún era.
Hizo con ella un pacto. Le dijo:

-Eres una niña preciosa, y mereces estar en un lugar más acorde a tu belleza. Yo te quiero mucho, y nunca más te abandonaré. Te doy todo mi amor, por el resto de nuestra existencia.

Cogió en brazos a la niña que estaba muy delgada, y subió de nuevo las escaleras. Dispuso en su habitación una confortable camita para la pequeña, y se ocupó de que no pasara ninguna necesidad. A partir de aquel día mantuvo con su niña un trato de estrecha colaboración y complicidad.

-Te pido que hagas conmigo un cambio de creencias. En el pasado nos creímos algo, porque no conocíamos lo que realmente somos. No sabíamos que tenemos una capacidad creadora. Ahora que lo sabemos, vamos a crear el amor que merecemos, el cuidado, el interés, la realización, la colaboración, la confianza, la fidelidad, la paz y la alegría. Son nueve cosas. Como el número nueve contiene a todos los demás, si nos olvidamos de mencionar alguna, estará incluida en las demás.

-Pero, ¿cómo vamos a hacerlo?

-Somos magas y tu lo sabes mejor que yo. ¿Acaso no hiciste magia en el pasado para crear este castillo? Ensayaremos nuestra magia, nos la inventaremos y observaremos cómo funciona. Preguntaremos a las estrellas que nos guían. Es con su luz con la que nos hemos encontrado.

Los ojos de la niña brillaban como dos luceros. A partir de aquel día empezó a pedir todo lo que quería, y a comer en abundancia. Se hizo fuerte y poderosa. Las dos se pusieron manos a la obra con su creación.

El castillo de repente no desapareció. Allí seguían los muros y el foso que las separaban del mundo. Averiguaron qué era lo que no estaba funcionando. Debían cultivar las virtudes: La paciencia, la perseverancia, la templanza...Y así lo hicieron durante un tiempo.

Un día, se dieron cuenta de que los guardianes empezaban a tener pequeños fallos en su vigilancia. Observaron, esperaron, y finalmente, supieron que los guardianes estaban perdiendo eficacia: Lo habían logrado.

Un buen día, aquella mujer, simplemente salió del castillo. Lo dejó atrás y emprendió su camino. Su verdadero camino en la vida.


Nacemos y morimos continuamente. Tenemos dos grandes nacimientos, y dos grandes muertes. Además de siete pequeñas muertes, con sus siete pequeños nacimientos. La vida y la muerte no se entienden una sin la otra.


Y colorín colorado,
el cuento aún no ha acabado.
Como sigue seguiré contando,
y entrauroras entonando.




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miércoles, 3 de febrero de 2016

La vulnerabilidad y el poder

Dicen que la vulnerabilidad puede convertirse en poder. Pero, ¿cómo se hace, cómo funciona esta alquimia?

Pues mire usted, resulta que funciona sin querer. Si queremos que funcione, no funcionará. Funcionará si no lo intentamos. Es" la habilidad que nadie posee" de los sufis: El desapego. Actúa a través de nosotros, sin nuestra intervención. Lo único que podemos hacer nosotros es permitir que suceda.

No se puede explicar totalmente el desapego. Por eso hay tantos cuentos que lo hacen de esa manera, dirigida al lado derecho de nuestro cerebro, donde se gestionan los asuntos de nuestro lado izquierdo, el del corazón. Los dos lados están representados en este cuento por dos hermanos. Observen ustedes cual de ellos es el que se lleva el saco de oro.



Nuestra tradición oral está repleta de historias donde hay un personaje así de ingenuo, el tonto o el loco, que camina por la vida sin demasiada prevención y sin querer, siempre acierta. Pues bien, el detalle a destacar es que el caldo de cultivo para esa inspiración, es precisamente la vulnerabilidad.


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