jueves, 13 de agosto de 2015

Violencia de género

He aquí un tema pilar, de los que se nos han venido encima, y para el que se nos está requiriendo repertorio. De diversas maneras ya se está abordando a nivel colectivo, pero como todo tema capital, precisa además de la conciencia de cada individuo para ser reconducido.
A mi entender, la violencia es una manifestación de nuestro ser más primitivo,  esa parte animal que todavía no hemos alcanzado a superar en nuestro proceso evolutivo. Violencia en su amplia acepción, es resolver por la fuerza la necesidad de dominio, o la necesidad de defensa contra el dominador. Se recurre a la violencia cuando no se dispone de otros medios menos dolorosos, como el diálogo, la negociación, o la toma de decisiones que eviten la confrontación, agotadas las vías anteriores. Cuando los sentimientos están enredados y  las vidas comprometidas, se dan situaciones de difícil manejo, que a menudo acaban en violencia, con abundantes pérdidas, daños y sufrimiento que además, trasciende generaciones.




Cual es la raíz y cual el remedio.
Conviene discernir sobre la raíz del problema, para empezar a detectarla cuando aflora en nuestra mente, y arrancarla, cuantas veces sea necesario, como la mala hierba.
Esta raíz se llama necesidad de dominio, que ya he mencionado, así como la necesidad de ser dominado. Las dos caras de la misma moneda se dan en nuestras personalidades,  y así es como se ha configurado esta civilización, a todo nivel, y de ahí es de donde habremos de salir, más pronto que tarde, si queremos sobrevivir como especie.

El remedio para esta perversa necesidad síquica, tan profundamente arraigada en nuestra mente, es en el que ya vengo insistiendo: El Amor. Vamos a llamarle otra vez autoestima: Amor por sí mismo. La personalidad que goza de una sólida autoestima nunca llegará a tener una relación de pareja con alguien que pueda maltratarle. Es una garantía, y se puede afirmar categóricamente.

Tal vez todavía somos aprendices del Amor, porque escasea tanto en nuestra sociedad, que apenas recientemente estamos descubriendo que, lo que entendíamos por amor es en realidad una dependencia afectiva también perversa, generada por una baja autoestima.

Tampoco está demasiado claro todavía el concepto de "sí mismo", que no debe confundirse con nuestro "yo". Nuestro "yo" es solo una pequeña parte de nuestro Ser. Esta es la madre de todos los corderos. No debemos amar a nuestro "yo"; eso sería egoísmo.

A quien debemos aprender a amar es al Ser que somos.


 Tenemos primero que descubrirlo.
 Solo así, podemos salir del atolladero. 
He decidido creer que lo vamos a lograr, 
porque ya muchos hemos puesto en ello
 nuestro intento inflexible.
Ya seguiremos hablando.