sábado, 10 de septiembre de 2016

El bofetón de la acelga, y la Unidad del Ser

No sé si alguna vez ustedes habrán recibido el bofetón de una acelga, pero  yo sí, lo recibí clara y contundentemente en un sueño. Aquella enorme hoja de acelga se me acercó volando, y directa y decidida ¡plás! me dió en toda la cara. Fué tan plástico y sonoro que me desperté, entre ofendida y confusa, y empecé a preguntarme, por qué motivo la acelga me había despertado de aquella guisa.



Cuando empecé con mi afición a la hortelanía, tenía un sentimiento ñoño de culpabilidad, al asestar el azadazo a la hortaliza, que con tanto cariño había criado, para luego llevarla a la encimera de mi cocina y terminar de asesinarla allí con el cuchillo. Pura ignorancia que ya eliminé; pero fué ella, la acelga, la que me transmitió el concepto, o mejor dicho, el sentimiento de la Unidad del Ser, porque gracias a ella comprendí que la Acelga, no es ella, sino todas las acelgas.




La que meto en mi olla es tan solo una unidad individual, que forma parte de un Ser, grandioso, que se llama Acelga,  que nos alimenta, y vive en muchos sitios, cultivada o salvaje.
Puede resultar trivial, ingenuo y hasta tonto, lo reconozco; pero esta fue la manera en que yo comprendí que todos somos lo mismo: Gotas de un océano.

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