Pues verás, esta es la historia de una joven mujer que
estaba encerrada en una fortaleza. Llevaba años ahí metida, y había hecho múltiples intentos
por salir, pero todos sus esfuerzos resultaban en vano.
Según parece, había unos guardianes a las puertas del
castillo, que estaban encargados de impedir que ella lo abandonase. Intentó engañarles por diversos procedimientos, les administró adormideras, se disfrazó, se
hizo pasar incluso por guardiana, se fingió enferma, se hizo la muerta...era una muy diligente, y no
desfallecía en su empeño. Pero sus estratagemas no funcionaban. Llegó a pensar
que se trataba de un sueño, y esperó a despertarse. Estuvo esperando mucho tiempo, pero tampoco aquella parecía ser la solución.
Por las noches, solía contemplar la luz de la luna que
entraba por la ventana de su estancia, y el brillo de las estrellas. En su
imaginación, tejía mapas con las estelas de aquellas luces. Parecía como si,
desde las estrellas, seres de otras galaxias le enviaran mensajes en clave, que
ella podía descifrar, y que iban encaminados a liberarla de aquella prisión.
Los muros no existen. Ese era el mensaje que siempre
recibía, pero no sabía como interpretarlo en la realidad. Sabía que esos muros
que la encerraban eran producto de una creencia que había elaborado su mente
cuando era muy pequeña. Era la creencia de que nadie le quería. Los sillares
con los que se había construido ese edificio eran el desamor, el abandono, la
indiferencia, la frustración, la rivalidad, el miedo, la violencia, la tristeza y la traición. Si el mundo, más allá de aquellos muros, estaba dominado por todas
esas emociones, ¿quién iba a ser capaz de cruzar esas puertas?
Entonces cayó en la cuenta: Era ella quien había levantado
esa fortaleza, y programado esos guardianes. Pero ahora no encontraba la clave
para deshacer su propio hechizo.
Decidió regresar al punto de su vida donde se habían
establecido esas creencias. Para eso tuvo que descender por una escalera que
bajaba a los sótanos del castillo. No sin cierta aprensión, descubrió un mundo
subterráneo, oscuro y falto de oxígeno, habitado por seres tenebrosos. Aquello
estaba lleno de pasadizos. Al pasar por uno de ellos se encontró a sí misma,
cuando tenía cuatro años.
-Perdona, no sabía que estabas aquí. Tienes frío…ven, deja
que te caliente un poco.
Empezó a conversar con aquella niña que había
sido, y que aún era.
Hizo con ella un pacto. Le dijo:
-Eres una niña preciosa, y mereces estar en un lugar más acorde a tu belleza. Yo te quiero
mucho, y nunca más te abandonaré. Te doy todo mi amor, por el resto de nuestra
existencia.
Cogió en brazos a la niña que estaba muy delgada, y subió de
nuevo las escaleras. Dispuso en su habitación una confortable camita para la
pequeña, y se ocupó de que no pasara ninguna necesidad. A partir de aquel día
mantuvo con su niña un trato de estrecha colaboración y complicidad.
-Te pido que hagas conmigo un cambio de creencias. En el
pasado nos creímos algo, porque no conocíamos lo que realmente somos. No sabíamos
que tenemos una capacidad creadora. Ahora que lo sabemos, vamos a crear el amor
que merecemos, el cuidado, el interés, la realización, la colaboración, la
confianza, la fidelidad, la paz y la alegría. Son nueve cosas. Como el número nueve
contiene a todos los demás, si nos olvidamos de mencionar alguna,
estará incluida en las demás.
-Pero, ¿cómo vamos a hacerlo?
-Somos magas y tu lo sabes mejor que yo. ¿Acaso no hiciste
magia en el pasado para crear este castillo? Ensayaremos nuestra magia, nos la
inventaremos y observaremos cómo funciona. Preguntaremos a las estrellas que
nos guían. Es con su luz con la que nos hemos encontrado.
Los ojos de la niña brillaban como dos luceros. A partir de
aquel día empezó a pedir todo lo que quería, y a comer en abundancia. Se hizo
fuerte y poderosa. Las dos se pusieron manos a la obra con su creación.
El castillo de repente no desapareció. Allí seguían los
muros y el foso que las separaban del mundo. Averiguaron qué era lo que no
estaba funcionando. Debían cultivar las virtudes: La paciencia, la
perseverancia, la templanza...Y así lo hicieron durante un tiempo.
Un día, se dieron cuenta de que los guardianes empezaban a
tener pequeños fallos en su vigilancia. Observaron, esperaron, y finalmente,
supieron que los guardianes estaban perdiendo eficacia: Lo habían logrado.
Un buen día, aquella mujer, simplemente salió del castillo.
Lo dejó atrás y emprendió su camino. Su verdadero camino en la vida.
Nacemos y morimos continuamente. Tenemos dos grandes nacimientos,
y dos grandes muertes. Además de siete pequeñas muertes, con sus siete pequeños
nacimientos. La vida y la muerte no se entienden una sin la otra.
Y colorín colorado,
el cuento aún no ha acabado.
Como sigue seguiré contando,
y entrauroras entonando.
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